Ese equipo del Santos repleto de estrellas, considerado como el mejor del mundo de aquel momento y uno de los más recordados de la historia del fútbol, llegaba a la cancha de Colón con un invicto de 43 partidos. Pelé, por su parte, llegaba en el esplendor de su carrera como tricampeón mundial con la selección brasileña (1958, 1962 y 1970).
El encuentro formó parte de una gira del conjunto brasilero por el territorio argentino que había incluido, previo a enfrentar a Colón, triunfos en nuestro país ante Godoy Cruz, Talleres, Boca y Racing. El presidente sabalero era Ítalo Pedro Giménez y el partido se enmarcaba en el contexto del 59° aniversario de la institución.
Una particularidad es que el día anterior al encuentro, Colón había caído por 2 a 0 ante Platense por la tercera fecha del campeonato de Primera “B”, partido disputado en Buenos Aires.
A los 37 minutos de la primera etapa y luego de una pared con Coutinho, Pelé abría el marcador y los equipos se iban al entretiempo con victoria parcial de los brasileros.
En la segunda mitad llegaría la remontada sabalera. A los 6 minutos del complemento, tras asistencia de Norberto Serenotti, Fernando López establecía la igualdad en el resultado. Sobre el final del partido, a los 42 minutos, “Motoneta” López lo vio bien ubicado al ingresado Demetrio “Ploto” Gómez, quien tras un preciso centro marcó el 2 a 1 definitivo.
“Estábamos invictos y cuando jugamos ahí, nosotros perdimos. Yo me acuerdo que hice el primer gol, menos mal. Después, yo creo que de ahí para adelante todos empezaron a llamar a la cancha Cementerio de los Elefantes” recordó hace algunos años O Rei.
Ese histórico día, Colón formó con Juan Luis Pérez; Larpín, Bareiro, Poncio y Ediberto Pérez (Ceballos); Broggi (Gómez), Cilenio López, Cabaña y Serenotti (García); Luis López y Fernando López. DT: José Canteli.
Por su parte, Santos lo hizo con: Gilmar; Lima, Modesto, Joel (Mauro) y Giraldinho: Almir (Rossi) y Zito (Ismael); Peizinho (Dorval), Coutinho, Pelé y Pepe. DT: Luis “Lula” Alonso.
De esta manera Colón lograba una hazaña histórica, que tuvo su repercusión a nivel mundial: ponía de rodillas a un gigante y afianzaba la mística de su estadio, que siguió forjándose tras grandes victorias conseguidas como local.